Llevo mucho tiempo con la intención de publicar un texto relacionado con los nacionalismos en nuestro país, y creo que ahora ha llegado el momento adecuado.
Desde hace muchos años, los problemas por los que atraviesa España no han cambiado, y como Generación del 11 no podíamos dejar de tratar uno de los más importantes: los nacionalismos.
Cataluña y País Vasco han estado exigiendo su independencia desde que la Primera República española, en lo poco que duró, les alimentó esa idea a base de falsas proposiciones de libertad. Hoy en día, el mal de los nacionalismos no ha desaparecido y azota nuestra sociedad con aún más fuerza si cabe.
Pero la realidad es que la idea de independencia de cualquier comunidad autónoma no solo es una utopía, sino que ataca el pilar más importante de la democracia de nuestro país: la Constitución de 1978. No creo que sea necesario explicar la inmensa importancia que sostiene tal Carta Magna en el desarrollo de España, pero sí voy a puntualizar que la Constitución ha sido lo que nos ha permitido dejar un longevo periodo de inestabilidad que parecía eterno, y encaminarnos hacia una democracia que, en su momento, parecía pura y soberana.
Estas embestidas a nuestro país no destruirán jamás su estructura externa, porque los españoles nunca permitiremos la amputación de nuestro país, pero está destrozando la sociedad española de manera que los más perjudicados acaban siendo los catalanes y vascos. Su continuo rechazo a España está recibiendo una reciprocidad indudable, pero a la vez una determinación por no querer hacer sus deseos realidad. Los españoles no queremos a los nacionalistas, pero tampoco los queremos fuera del país. Es una relación amor-odio que no nos lleva a ninguna parte, pues ninguna comunidad autónoma conseguirá jamás la independencia.
La Constitución de 1978 estableció un perfecto régimen de autonomías dedicado única y exclusivamente a solucionar de una vez por todas el problema de los nacionalismos. Pero a pesar de ser el remedio perfecto para la enfermedad, ni Cataluña ni País Vasco parecieron quedarse satisfechos. Y es que ha llegado un momento en el que ser nacionalista se ha convertido en una simple moda en las comunidades de la periferia; ya nadie sabe por qué quiere la independencia, solo sabe que la quiere. Por llevar la contraria, por agredir al sistema, por alimentar el odio y la destrucción. Los nacionalismos de hoy en día solo nos llevan a una espiral autodestructiva capaz de tragarse a España entera, Cataluña y País Vasco incluidas.
En la Generación del 11 tenemos la necesidad de criticar fuertemente esta situación. Ahora, más que nunca, España necesita mantenerse unida y buscar un objetivo común. Yo estoy segura de que nadie quiere que nuestra larga historia termine en el suicidio de la sociedad. Si todos los españoles buscásemos aquello que nos une, en lugar de escarbar la tierra para profundizar en lo que nos separa, lograríamos enfocarnos en una meta universal que nos llevaría al progreso y al desarrollo. Lo único que hay que hacer es "amarse los unos a los otros", porque ya lo dijo un señor hace más de dos mil años, y seguimos sin hacerle caso.
Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, las dos Castillas, Cataluña, Madrid, Extremadura, Andalucía, nuestras preciosas islas... y así hasta nombrar todas y cada una de las Comunidades Autónomas que construyen este maravilloso país que es España. Todas tienen aspectos fascinantes. Estamos viviendo en un país con una riqueza cultural, histórica y paisajística realmente envidiable, y no sabemos apreciar las enormes ventajas que esto nos aporta. Porque Cataluña y País Vasco sin España no valen nada. Porque Cataluña y País Vasco son y serán siempre España. Aunque obtuvieran la independencia, y estuvieran geográficamente separadas, es imposible que dejen de identificarse con nuestro país. ¡Si incluso las colonias americanas siguen identificadas con la metrópoli, y se independizaron hace más de cien años!
La pena es que hoy nuestra Constitución no se respeta. Cuando el idioma oficial es el español, en Cataluña se habla catalán. Cuando la Constitución del 78 defiende la igualdad de los españoles, solo se pueden presentar a la PAU del País Vasco los vascos, porque los exámenes están en ese idioma, y no se pueden hacer en español. ¡Exijamos que se cumpla nuestra Constitución! Es lo único que queda para defender nuestra democracia, la Constitución es la voluntad del pueblo. Si no se respeta la voluntad de los españoles, esto difícilmente puede ser considerado una democracia.
Y es que siempre acabamos llegando al mismo punto: la Constitución de 1978 es un texto cuasi perfecto, que si se cumpliera, toda España viviría en una sociedad de paz y desarrollo. Aunque parte de ella es una utopía, la Carta Magna puede (y debe) ser respetada.
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