domingo, 12 de junio de 2011

Final

Los neones iluminaban la cálida noche. Él avanzaba entre la muchedumbre, sabía cuando tenía que hacerlo. La corbata la oprimía el cuello, el traje, impregnado en sudor y olor a tabaco, reflejaba cada destello. En una mano sotenía el libro, en la otra, el revólver de su hermano.
La puerta abierta dejaba que hedor penetrase en sus orificios nasales. Sabía que ese momento había llegado, su hermano estaba cerca, pero aun no le podía ver. El húmedo ambiente convertía el aire en una melosa atmósfera sofocante. En la tenue y fría luz del fluorescente encontró el rostro, un rostro que se apuntaba con un arma. Él se pregunto porqué, pro la respuesta era tan obvia que ni deseó pensarla. Apretó el gatillo y el rostro cayó sobre el lavabo. El rojo lleno de color el blanco pavimento. Mientras, él se iba en su coraza de metal, oyendo las primeras palabras que su hermano pronunciaba.

Egos

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