Este es quizás uno de los apartados de la filosofía que más me ha costado finalizar desde que he empezado a abordar los temas más interesantes que trataron los mayores pensadores de la historia.
En primer lugar, debería hacer una clara distinción entre Dios, religión e Iglesia, puesto que son tres conceptos que pueden estar ligados, pero no significan lo mismo, y esto puede dar lugar a confusión. Antes de meterme en el decisivo papel que ha jugado la religión en la sociedad y la historia de la humanidad, prefiero definir el concepto de Dios.
Cuando hablamos de Dios, la primera pregunta que se nos viene a la cabeza es: ¿Existe Dios? Pero comenzar respondiendo a esa pregunta es como empezar a construir un edificio por la azotea: jamás completaremos la construcción. Primero debemos fijar muy bien los cimientos para lograr un avance seguro.
Por tanto, la primera pregunta que nos tocaría contestar es: ¿Qué es Dios? En las religiones más populares, responde por el nombre de Dios un ser omnipotente y trascendente al mundo, perfecto y omnisciente, creador del universo.
Según la respuesta anteriormente expuesta, a la pregunta “¿Existe Dios?” contestaría con un rotundo NO.
Pero ¿y si cambiamos los cimientos del edificio y construimos un inmueble diferente a todo lo que se había planteado hasta ahora?
Dios es una idea abstracta creada por el hombre, necesario, individual, infinito, mortal y fin.
Quizás necesite explicarlo con más claridad.
Tal y como proponían importantes filósofos como Descartes, la idea de Dios proviene de nuestra razón de forma innata. Podemos compararla con las matemáticas o las medidas de tiempo y espacio, que también han sido creadas por el hombre a través de la razón. Estos últimos tres conceptos fueron inventados con un criterio de utilidad, con el fin de resolver problemas que se plantean en nuestra vida diaria. ¿Se imaginan el lío que nos haríamos sin sistemas de medida que controlasen cada paso que damos?
Con la idea de Dios pasa exactamente lo mismo. Se trata de otro concepto creado desde la razón con un criterio de utilidad. Pero, ¿de qué nos sirve Dios? O aún mejor, ¿por qué el ser humano ha creado a Dios?
- 1.Para encontrar respuestas. La naturaleza humana impulsa a toda persona a preguntarse por todo aquello que presencia o siente. Es la necesidad de saber, la curiosidad que el hombre necesita saciar y de la que jamás se podrá librar, porque es una de las muchas cualidades innatas del ser humano.
- El problema es que al hombre no le basta con preguntarse, sino que tiene que recibir una contestación con la que se quede medianamente satisfecho. Algunas de esas cuestiones las resuelven las múltiples ramas de la ciencia; otras, quedan sin respuesta. Siempre han faltado contestaciones y siempre faltarán, aunque cada vez menos. Aquellas preguntas que quedan sin resolver deben encontrar su respuesta, y es ahí cuando el cerebro razona lo que humanamente puede con el fin de saciar esa hambre de conocimiento, aunque no pueda contrastarse de forma asegurada. Esa pequeña “excusa”, esa explicación para fenómenos desconocidos, siempre se le ha achacado a un ser superior que hoy identificamos como Dios.
- De esa forma, en el paleolítico, fenómenos inverosímiles como el fuego se les atribuían a los dioses, hasta que la ciencia fue capaz de explicar su origen. Poco a poco, la ciencia va respondiendo preguntas que antes solo podían ser contestadas bajo la excusa de un ente todopoderoso. El hombre siempre debe tener solución para todo.
- 2. Para encontrar esperanza. La vida es un sufrimiento constante con pequeñas demostraciones de felicidad que tienen que ser debidamente apreciadas con el fin de valorar la vida. Pero cuando una persona solo sabe ver el dolor que conlleva una vida, y es incapaz de ver las cosas buenas que trae, debe creer que llegará un día en el que la verdadera felicidad invadirá al fin su espíritu. Para los creyentes, ese día es aquel en el que llegan al cielo y abandonan este horrible purgatorio al que llaman “vida”. El ser humano es incapaz de aceptar un sufrimiento permanente; no puede existir a menos que en algún momento encuentre la felicidad plena, donde no existe mal ni padecimiento. Creer que en la vida no hay más que dolor lleva a una pérdida del sentido de esta y a un deseo de acabar con ella. Menos mal que existe el consuelo de que en algún momento ese sufrimiento terminará para dejar paso a la vida eterna, la felicidad plena, cuando lo diga la providencia.
- 3. Necesidad de alguien que siempre escuche tus problemas y sepa solucionarlos. En un mundo de soledad donde nadie es amigo de nadie, la humanidad es más egoísta que nunca, y cada vez se puede confiar en menos gente, el individuo necesita encontrar alguien que le proporcione confianza y apoyo incondicional. Es una tendencia natural del ser humano creer que existe un ser trascendente y omnipresente que se preocupa cual padre por cada uno de nosotros.
- 4. Por tradición e ideología familiar. En un mundo más desarrollado que nunca, parece que el ser humano piensa cada vez menos, y acepta por ósmosis cualquier cosa que se le diga. Sin embargo, esta razón primaba de mayor forma antiguamente que hoy en día. De todas formas, sigue siendo la principal vía de transmisión de ideologías como la religión. El problema viene cuando, en muchas ocasiones, las personas que reciben la religión por esta vía, creen en Dios porque no conocen otras opciones, simplemente por imperativo categórico, sin poder argumentar con conceptos justificados la razón por la que creen.
Por todas estas razones, Dios nos es tan útil en nuestra vida diaria como los propios números, los cuales nadie niega que hayan sido creados por el hombre gracias a su razón.
Pero asimismo, por todas estas razones, Dios estará tan ligado al hombre como su razón, porque el ser humano lo necesita igual que requiere la ayuda de las matemáticas para desenvolverse en su vida diaria. Por ello, el ser humano siempre se preguntará por la existencia de un ser superior; porque lo necesita. Dios es necesario.
De esa misma forma, por la relación intrínseca Dios-hombre, lo que muchos consideran la suprema deidad se rinde ante el cuerpo mortal del ser humano, puesto que en cuanto la humanidad se extinga, la idea de Dios caerá con ella. Por ello, Dios es tan mortal como el hombre.
Es también individual, porque cada persona creyente acepta un Dios diferente. Aunque los tipos de Dios en religiones monoteístas puedan dividirse de forma amplia en Dios Juez y Dios Padre, cada persona trata, habla, confía y cree en uno diferente. El hombre ha creado a Dios, y por ello es capaz de modificarlo a su gusto. De esta forma, el Dios en el que creían los judíos en los años anteriores al nacimiento de Jesucristo no es el mismo en el que creía el propio Jesús, a pesar de que según su religión “Dios es único y eterno”.
El Dios que defienden las principales religiones es infinito (omnisciente, omnipotente, omnipresente…), y uno de los principales argumentos para defender que Dios no ha sido creado es el de la incapacidad del hombre para imaginarse lo infinito desde lo finito. La realidad es que el ser humano es capaz gracias al principio de contrarios (que, de hecho, defendía Santo Tomás de Aquino como método para conocer a Dios). Viviendo en un mundo donde todo tiene fin, puede imaginarse algo que carezca de ello, y así llega al concepto de infinito. Por eso, aunque Dios sea infinito, no quita que también sea creado.
A pesar de que no es principio, sí es el fin de todo hombre religioso, e incluso del que no lo es. Todos los miembros de la humanidad se han preguntado en algún momento de su vida por la existencia de Dios, y han llegado a la conclusión de que la respuesta a las múltiples preguntas sin resolver es una suprema deidad. Un porcentaje de ellos, los no creyentes, llegaron a la conclusión de que tal respuesta resulta inviable e incorrecta. Otro porcentaje terminó aceptando a Dios como fin único en sus vidas.
Recapitulando, en esta reflexión hemos llegado a la conclusión de que Dios es una idea abstracta creada por el hombre por un criterio de utilidad, con el fin de resolver las dudas planteadas.
Próximamente plantearemos el problema de la religión en la sociedad actual, sus pros, sus contras, y la división de la población humana según la idea de Dios.